Hoy la Argentina vive un momento donde el odio es EL método de acumulación política. Lo vemos a diario. Las redes sociales son el caldo de cultivo, el tubo de ensayo al que le fueron corriendo el límite de lo posible a la hora de discutir la política, pero el odio también se ve al momento de vincularnos como sociedad. Vale mentir, injuriar, atacar en manada, insultar, carpetear, chicanear, denigrar o, como hace el presidente, humillar públicamente -o intentar hacerlo-. Todo lo anterior es posible, porque la máxima autoridad política es un propulsor y un emergente de ese espantoso y sombrío mundo; donde se ocultan oscuros personajes y se envalentonaron, por ejemplo, los que quisieron matar a Cristina. También de ese espacio salieron los ñoquis de Adorni, como Juan Doe, a los que hoy, con la nuestra, les pagamos su despliegue en Twitter.
Pero todo lo anterior no sería tan grave si no se hubiera construido un correlato de esa forma de vincularnos en el seno de la sociedad. Más bien sería pertinente preguntarnos si ese caldo de cultivo empezó en las calles y se construyó durante muchos años, lentamente, para luego encontrar una canalización totalmente salvaje en las redes sociales, o si, por el contrario, las redes sociales fueron violentando las relaciones -realmente- sociales. Probablemente, un poco de esto y un poco de aquello. Una especie de retroalimentación.
Yendo al tema concreto de estas líneas, en esta etapa de la historia, no sorprende solamente la brutalidad del ajuste que estamos viviendo, lo que sorprende es el consenso logrado para ejecutarlo de manera sádica y salvaje. Golpeándose el pecho, vanagloriándose de haber ajustado a jubilados y a la clase media, que ya la venían pasando muy mal. Porque si bien la cuestión es discutible en términos económicos, también es interesante el debate sobre quién tiene que pagar el déficit, sobre cuál es el precio del transporte y de los servicios públicos en general o el nivel de subsidios conveniente. Pero, como fuera, el gobierno actual construyó un consenso sobre la idea de que hay que ajustar a los que menos tienen, hay que hundir a la clase media y está bien. Y estamos orgullosos, porque es lo que hay que hacer. Somos valientes porque nos la bancamos hacerlos sufrir, lo disfrutamos, lo festejamos, les gritamos el gol en la cara. ¿Alguien me puede explicar donde está la audacia y la valentía de ajustar a los débiles?
El gobierno actual construyó un consenso sobre la idea de que hay que ajustar a los que menos tienen, hay que hundir a la clase media y está bien.
Hoy solemos escuchar, ya no solo en la tele, sino también en la calle, que «está bien, que «había que hacerlo». Al parecer había que ajustar a los jubilados, que en estos 6 meses ya perdieron 1 millón de pesos cada uno por el ajuste. Estos números no surgen de una consultora marxista, leninista, ni kirchnerista, sino del IERAL y la Fundación Mediterránea, y se desprenden del presupuesto nacional. Hay, sin lugar a dudas, un nuevo consenso sobre la crueldad. Lo trágico es que esto sucede mientras le seguimos financiando la empresa a Marcos Galperin, mientras seguimos financiando el negocio del primo del ministro de economía -Nicolás Caputo- en Tierra del Fuego con exenciones impositivas y regímenes de promoción que nos cuestan una fortuna. Todo con el IVA de la leche.
Algo anda mal. Como venimos discutiendo en estas líneas, y no por reiterativo, deja de ser cierto: ¡Cuántas cosas habremos hecho mal para que logren convencer a una parte de nuestra sociedad de que está bien ajustar a los jubilados y está mal cobrarle impuestos a los ricos más ricos del país! Todos tipos, además, que hicieron de la patria contratista y los negocios con el Estado la fuente de su fortuna, empezando por los Macri.
¿Vieron esas entrevistas cuando cuenta orgulloso que hizo el ajuste más grande de la historia de la humanidad y los periodistas militantes, como el hijo de Mauro Viale, Trebuq y el cordobés que no me acuerdo el apellido, lo miran sonrientes, complacientes…? Repito, ¿dónde está la audacia de ajustarle a los que menos tienen? Ajustar es una tragedia, y si en algún momento hay que ajustar por alguna restricción de la economía, no hay nada de lo que alegrarse. Pero en tiempos de Milei y La Nación +, no solo es ajuste, también es sadismo.
¡Cuántas cosas habremos hecho mal para que logren convencer a una parte de nuestra sociedad de que está bien ajustar a los jubilados y está mal cobrarle impuestos a los ricos más ricos del país!
Al final, el ajuste era a tu abuelo, era a tus viejos, el ajuste era a vos. Te puedo asegurar que la casta sigue viviendo igual que siempre. Finalmente, los empresarios terminaron siendo héroes, como siempre dijo Milei, y los villanos, el resto de los argentinos, que por ahora, y solo por ahora, aceptan mansamente ser humillados. Pero todos los consensos son provisorios, todo lo sólido se desvanece. Y la verdad siempre triunfa, porque… quiero aclarar dos cosas más. Primero, cortemos de comprar los discursos posmodernos de que todo es relativo, de que cada uno tiene su parte de verdad. Este es un gobierno de sádicos que gobierna para un grupo minúsculo y en contra de la mayoría. Esa es la única verdad. No hay otra opción posible. El tiempo ordenará.
Y la segunda: muy duros, muy muy duros, con todos los “nuestros” que nos llevaron hasta acá. Porque esto no es la copa América o un partido de fútbol, acá perdés y hacen mierda al país, te saquean los recursos naturales, construyen un consenso sádico alrededor del ajuste y hacen mierda a los jubilados. Mientras los que no llevaron hasta acá siguen cobrando de cajas misteriosas en las sombras de la política. Vuelvo a cerrar con el Dibu, Yo los conozco, hermano. No se hagan los boludos.


