No era a la casta, era a los jubilados. No era libertad, era represión. No era futuro, era el Siglo XIX.
El Siglo XIX, también conocido como el siglo de la guerra civil, estuvo caracterizado por una pelea permanente entre los ejércitos de las provincias y los ejércitos de Buenos Aires. Luego de la independencia de los españoles, nuestro territorio se vio ante el desafío más grande de su historia: construir un Estado Nacional. No sería tarea fácil. El principal obstáculo es que no había consenso entre las provincias sobre qué modelo de Nación se intentaba construir. Grosso modo, podemos hablar de un modelo liberal aperturista, con eje en Buenos Aires: y un modelo federal proteccionista, con eje en las provincias. Claro que cada modelo de país respondía a los intereses materiales de cada una de las partes.
Se trató de un siglo dónde corrió mucha sangre de compatriotas. La formación de un Estado Nacional fue un proceso largo y violento. Las figuras que lo protagonizaron son las que conocemos: Rivadavia, Lavalle, Mitre, Sarmiento y, por último, Roca, de un lado; y Dorrego, Rosas, Chacho Peñaloza, Felipe Varela, del otro. Tanto Buenos Aires como las provincias debían aceptar la formación de un ente superior, el Estado Nacional, y por ende renunciar a competencias que previamente tenían, como la formación de ejércitos propios, la delegación de facultades tributarias, etc.
Las principales cuestiones que explican dichos conflictos son dos:
- La pelea por los recursos del puerto de Buenos Aires;
- El modelo cultural.
Pelea por los recursos del puerto
La cuestión central radicaba en la coparticipación federal (!!) de los bienes que se producían en las provincias, pero se exportaban desde el puerto de Buenos Aires. También por la política importadora. El liberalismo de Buenos Aires, de apertura a bienes importados de Europa, resultaba un golpe de muerte para las manufacturas de lo que hoy conocemos como economías regionales. La disputa entre las provincias y Buenos Aires, impidió la posibilidad de la formación de un Estado Nacional hasta 1880. El Estado Nacional, entendido como una organización superior, que vela por los intereses y el desarrollo de Buenos Aires y las provincias como preexistentes, lógicamente, a la Nación.
La federalización de los recursos del puerto, tuvo como objetivo aplicar un régimen de reparto de recursos que permitiera un desarrollo simétrico de todo el territorio nacional. Porque, ¿qué es la Nación, sino las provincias que la integran y sus habitantes? La resolución del conflicto por el modelo de país fue resuelto, literalmente, a los tiros. Los intereses de Buenos Aires se impusieron, y aunque Roca, tucumano, centralizó cuestiones que Buenos Aires pretendía sostener, el Estado Nacional materializó la victoria militar y económica de Buenos Aires. No hace falta más que recorrer nuestro país, hoy, 200 años después, y ver las asimetrías que no solo se sostienen sino que se profundizan.
El modelo cultural
El modelo cultural —hoy se habla de la batalla cultural— resulta el segundo punto central en torno al cual giraba el conflicto de la época, y de ahora. El triunfo de las ideas liberales europeas de la revolución francesa resultó todo un cambio de paradigma, en términos popperianos. Una nueva forma de ver el mundo que se extendió a todo el planeta, una imposición sobre la visión del mundo feudal.
Dichas ideas trajeron consigo nuevas formas de entender la política y la organización social. Desde Mariano Moreno hasta Alberdi y Sarmiento habían leído y militaban dichas ideas. Pero la cuestión central radica en la forma en que esas ideas se iban a insertar en nuestra sociedad actual. La discusión era, y sigue siendo, si esas ideas iban a tener la forma de colonización cultural o de una mixtura, tomando lo mejor de aquellos intelectuales, pero rescatando y retomando las formas culturales construidas en nuestramérica, herencia del gauchaje y el criollaje construido en los últimos siglos.
El modelo que se impuso, sin dudas, dentro de las dicotomías económicas y culturales, es el liberalismo, tanto en lo económico como en lo cultural. Ese modelo, que tanto pone en valor el presidente Milei para decir, sin ningún dato confiable, que convirtió a Argentina en el país más rico del mundo, es en realidad el modelo de una Buenos Aires próspera, sobre la base de la exportación de granos, primarizada y, sobre todo, desigual. Es la Argentina de la “cuestión social”, del grito de Alcorta, de la Semana Trágica, del contubernio de los años 30, del surgimiento del anarquismo, el socialismo y el sindicalismo revolucionario como expresiones políticas de la defensa de los intereses de los sectores excluidos de la Nueva Argentina. La Argentina ostentosa de las clases dominantes de Buenos Aires y de la pobreza de nuestras provincias. A esa Argentina nos quiere llevar Milei. La Argentina que festejó sus 100 años, de una manera muy ostentosa, pero con el país en estado de sitio.
Lo que las clases dominantes no vieron, no la vieron, es la llegada de un general que vino a poner en discusión los privilegios de esa casta. De ese pacto de los sectores dominantes para explotar a las mayorías con un modelo de hambre planificado. Porque Perón fue el fundador del verdadero populismo: es decir, la interpelación de los sectores subalternos, urbanos y rurales, como sujetos políticos. Un llamado a la participación política de los que nunca habían tenido voz. La política que dejó de ser monopolio de las clases dominantes. Por eso, hace 80 años que intentan, sin éxito, matar al peronismo cada vez que pueden. No lo hicieron, ni lo podrán hacer.
Ese movimiento popular, que en diferentes países del mundo tomó diferentes formas, nada tiene que ver con los déficits permanentes, ni con la burocratización, ni con los que se acercaron al movimiento para beneficio personal, ni con los funcionarios de planta permanente. Eso no. En estos 80 años, algunos “de adentro” hicieron mucho más que las clases dominantes para dañar al movimiento popular argentino. Eso explica que gobierne Milei.
Milei busca restaurar el “orden conservador”, en palabras de Natalio Botana. Una Argentina agro exportadora, bajo la tutela de Gran Bretaña -hoy Estados Unidos e Israel-, privatización del patrimonio nacional, exclusión de las mayorías y opresión de las provincias desde el gobierno central. No es otra cosa. Es eso. Es, por último, volver a la opresión a las provincias que, vale aclarar, es la opresión a los compatriotas que allí viven. Veremos resurgir al Chacho Peñaloza, a Felipe Varela y a Facundo Quiroga. Defendiendo los intereses de las provincias, como dijimos, preexistentes a la Nación.
De no mediar la razón, un atributo que no parece abundar en el gobierno, asistiremos a un triste proceso de disolución nacional.