Entre el año 1973 y 1975 existió lo que en la militancia se llamó “el cerco a Perón”, o también “la teoría del cerco”. En el exilio en Madrid, Perón construyó una afinidad con López Rega, a partir de Isabel, y junto con ellos un vínculo con elementos orgánicos de la derecha peronista. En aquellas épocas, la lucha era tras la consigna “luche y vuelve”, buscaba romper el decreto de proscripción y traer a Perón a la Argentina luego de 18 años. Pero, ¿quién traía a Perón y para qué? Esa era la discusión.
Más allá de la trágica historia que desencadenó dicha disputa, desde la izquierda peronista, los sectores más dinámicos del movimiento, interpretaban que Perón estaba bajo un cerco, rodeado de actores que le mostraban una parte reducida, acotada y parcial de los acontecimientos que lo alejaba de la militancia transformadora. No era una pelea por “el pueblo”. El Pueblo estaba con Perón, como hoy está con Cristina, independientemente de con qué sectores se rodee. El pueblo estaría con Perón más allá de Rucci y de Firmenich.
Algunos decían, convenientemente, los que operan el cerco, que el solo hecho de plantear que Perón podía ser cercado, era una falta de respeto a “el general”. La militancia le decía “el viejo”, la derecha “el general”; como hoy que algunos decimos “la compañera” y otros insisten con “la jefa”. La historia muestra, sin embargo, que todos los grandes líderes son permeables a las interpretaciones y miradas de los grupos que los rodean y les “reportan”.
Hoy nos encontramos ante un nuevo cerco. Un cerco que nos aleja de Cristina, incluso a aquellos que más convencidamente la acompañamos y la militamos. Incluso de aquellos que seguimos pensando que los años más felices fueron con Cristina y que es Cristina la que tiene que dirigir las nuevas canciones. Pero entre Cristina y la militancia existe una suerte de casta, que hace muchos años se pasea por la política, haciendo del chisme su arte y de la operación su vocación. Operando a los compañeros que ganan elecciones (!!), incluso más, operando a los compañeros que ganan y reivindican a Cristina.
Se trata de una suerte de autoproclamados depositarios naturales de la moral del campo popular, que se pasean por los suburbios más turbios de la política, en los pasillos de cámaras nacionales y provinciales, cajas misteriosas y organismos remotos. Señalando reuniones entre dirigentes de nuestra fuerza política con supuestos traidores. Esto sucede mientras la libertad de reunión solo la ejercen ellos, con reuniones secretas, con aquellos que más duramente operaron contra el proyecto político más transformador de los últimos 70 años. Guardan para sí la facultad del indulto, incluso con los que decían que nos iba a meter presos. Sectores que, por casualidad, terminaron poniendo a nuestro candidato en las últimas elecciones. Hoy empleado de un fondo buitre.
También con vínculos permanentes con el intendente que pusieron para intervenir la provincia de Buenos Aires. Una operación contra el mejor cuadro político de los hijos de la década ganada. “Jugada maestra” que puso en riesgo la elección en la Provincia de Buenos Aires.
Son los compañeros que salen corriendo a reportar un comentario desafortunado de un peronista, incluso cuando ese peronista junta centenares de muestras de fidelidad.
Por fuera de esta rosca, se escucha por lo bajo: que vuelva Cristina, la queremos acompañar, es la única que se puede poner al frente. Pero también se escucha: pero si sucede, se empoderan los que hacen de la lucha facciosa una forma de ejercer la política.
Volver a reivindicar a los que ganan
Hay una tradición, una forma de vivir la política y la vida dentro del peronismo: tenés que ganar la patria chica para luego poder salir a disputar en otras latitudes. Si sos intendente, tenés que ganar tu municipio. Si sos gobernador, tu provincia. Esa dinámica, virtuosa, siempre generó el incentivo para construir desde abajo para arriba. Casi una obligación para “armar” desde abajo, y a partir de allí crecer dentro del propio espacio.
Esa lógica se perdió en los últimos años. Y así vemos a compañeras y compañeros que pierden internas (!!) y luego encabezan listas de diputados en la provincia más grande del país. También el caso de quienes pierden sistemáticamente su municipio y luego conducen las cajas más importantes del Estado. Y no es una crítica a compañeras y compañeros, que pueden ser muy valiosos para acompañar, es una crítica a un método poco virtuoso. También se utiliza mucho “la estrategia”, la jugada maestra, de potenciar al que “molesta” al compañero o compañera que gana.
El peronismo debe recuperar la dinámica de reivindicar a aquellos capaces de potenciar el proyecto nacional en lo local, como se dice, los que hacen peronismo en los hechos. No es otra que transformar realidades a través de la gestión, cuando toca, y del armado político, cuando toca.
¿Qué hacemos con el Estado?
Si algo nos alejó de la ciudadanía es el vínculo que hemos construido con el Estado. Es cierto que en los momentos en que el proyecto transformador logra hacerse con el Poder del Estado, es necesario tener a los compañeros y compañeras formados y comprometidos que garanticen que las políticas públicas se hagan efectivas. Pero no es menos cierto que el control de espacios en el Estado solo son funcionales, en tanto tengamos la conducción política del mismo.
En los últimos años, se desarrolló una estrategia muy confusa, como “resistir desde adentro”, o “garantizar que las políticas públicas continúen” o incluso “defender los puestos de trabajo de los compañeros”. Es a todas luces una visión errónea. La ocupación de espacios en el sector público solo deberían ser herramienta en tanto y en cuanto el campo nacional y popular conduce los resortes del Estado.
Cuando se pierde, no se resiste desde adentro, no se garantizan trámites administrativos, los compañeros y compañeras vuelven a la base a reconstruir la fuerza política, a organizar la política desde los barrios. Estas condiciones deben estar expuestas clara y explícitamente a priori. Esto es un anticuerpo para evitar la diáspora y el “sálvese quien pueda” cuando la reacción conservadora recupera el poder del Estado.
Estas son solo algunas de las discusiones que el campo nacional y popular debe recuperar para escribir nuevas canciones. Y para que ninguno malinterprete, distorsione, ni opere, que quede claro: las nuevas canciones son con Cristina.
Y al que le quepa el sayo que se lo ponga …
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La conducción de Cristina y los 3 ñatos del WhatsApp - Nuevas Canciones Nuevas canciones-Editorial
1 año ago[…] dijimos en salidas anteriores, parece que existe una especie de cerco a Cristina, una casta que lleva información podrida. Imaginen lo raro que estará todo que hoy la persona que […]