La derrota electoral de octubre no pesa tanto en sí misma, es una más de tantas, pero viene luego de una contundente victoria en septiembre, eso le da un rasgo particularmente amargo. Luego del domingo surgieron muchos debates y posiciones, a mi criterio saludables, en torno a qué pasó. Esta nota busca aportar a dichos análisis.

Hay algo que se infiere de la matemática y la lógica más básica: si en septiembre ganamos y en octubre perdimos es porque claramente a una cantidad de gente le gustaba algo de septiembre que no le gustó tanto en octubre. Desde acá podemos inferir que se trata del peso de la gestión y la cercanía del gobernador y de los intendentes que tuvieron la capacidad de representar a un electorado que no representaron los candidatos de octubre. Parece una hipótesis al menos razonable. Y esto, más allá de los análisis que se hicieron del tipo: “fue la mejor elección intermedia de la historia” o “los votos de los extranjeros”. No me interesa ninguna de esas excusas mediocres. No caemos en esas falsas argumentaciones para evitar la discusión, que perjudican la posibilidad de mejorar. Es claro: en septiembre arrasamos y el domingo nos dieron una paliza. No me conforma otro diagnóstico.

Desde La Cámpora se apunta que el gobernador no debió haber desdoblado. Esa posición expone su propia fragilidad: la potencia electoral la tienen los que se presentaron en septiembre y se pensó mal octubre. Entonces, en lugar de criticar la estrategia del gobernador, valdría más la pregunta: ¿por qué no pusimos candidatos que también representen en la elección de octubre? Porque así como lo presentan, tiene mucho olor a querer “meter” candidatos sin representación sobre las espaldas de los votos que aportan los que después acusan de traidores, tibios, etc.

Uno de los activos centrales de un dirigente político en un contexto electoral es la posibilidad de arrastrar votos para el colectivo, y para eso la territorialidad propia es una buena medida:

En todos los casos perdiendo: 

  • Jorge Taiana: Vicente López, 55 a 22
  • Maria Jimenez López: Necochea, 53 a 30
  • Juan Grabois: Vicente López. 55 a 22 
  • Vanesa Siley: Mercedes, 50 a 35

Podríamos seguir y la ecuación se repite. Este análisis es sin perjuicio de que algunos de ellos son grandes compañeros con una historia intachable, como el caso de Taiana. Quizás podamos empezar la discusión tratando de entender el nivel de representación que tienen nuestros candidatos.

Pero hay factores exógenos. El gobierno mejoró claramente su caudal electoral y entiendo que refiere a dos factores:

1. A la hora de la verdad, al momento de dar un voto de confianza, hay una parte de la población que, aún dolida y ajustada, sigue prefiriendo confiar en este gobierno que en darnos un voto a nosotros. Es posible analizar el presente mirando lo que pasó en 1995, cuando el “voto cuotas” fue central para entender esa elección…y puede ser un antecedente para entender esta.

2. Por otro lado, tenemos que considerar el efecto que tuvo la posibilidad de un lunes de caos en la Argentina para el caso que el gobierno perdiera la elección. Lograron imponer esa agenda, que además era cierta: iba a ser un caos porque el esquema financiero se caía si el gobierno perdía. Porque no es sostenible y solo se sostiene por una agenda de endeudamiento permanente que este gobierno promete sostener. Y una parte de la sociedad prefirió votar tranquilidad antes que caos. Se votó por tener un lunes tranquilo, una sociedad muy golpeada que, al menos por ahora, elige no ir a un escenario de conflicto directo.

La discusión interna aflora, me río de los que se indignan, porque es saludable. Porque no le vamos a poder ofrecer nada nuevo a la sociedad hasta que esa cuestión no quede saldada. Y estoy cansado de analizar las derrotas. Hay algunos que, como niñes, gritan: “entiendan que manda Cristina”, no pudiendo comprender que ese tipo de afirmaciones no se imponen a los gritos. Surgen naturalmente. Y hoy, en el peronismo, incluso dentro de quienes reivindicamos el kirchnerismo y queremos a Cristina, creemos que nuestro movimiento, para retomar el poder, debe tener una renovación de prácticas y dirigentes. Donde obviamente Cristina tiene un lugar de trascendencia, pero no la hegemonía de otros tiempos. Y no lo digo yo, lo dice la realidad, lo expresan muchos compañeros. No se puede pelear con la realidad ni querer imponer la visión propia a los gritos. Tampoco es desestimar a la dirigenta más importante de nuestra época. Simplemente, porque no va a funcionar ninguna de esas alternativas. 

De más está mencionar que acá juegan fuerte los que aislaron a Cristina, los que solo pueden tener una pequeña cuota de decisión bajo su legitimidad, porque no los quiere nadie, no los vota nadie y solo viven del chisme y del pasillismo político, de las roscas de oficina y de las cajas más oscuras de la política. Esos afuera. 

Secretaria general de la Cámpora

Acá el panorama está muy claro, un grupo de personas convenció a Cristina de que ellos son los únicos leales. Ella decidió ser la representante formal de la organización ante el resto de los compañeros y dejar de conducir al conjunto. Es una pena, es doloroso, pero es la realidad. Y la patria no es la orga. La patria es nuestro valor más profundo, por el cual, como decía Perón, incluso hay que sacrificar la orga si es necesario. Esta situación tiene que ser resuelta, y es imperioso que el gobernador lo resuelva con urgencia. Porque acá estamos empantanados.

Debemos terminar con esta interna, salir por arriba, para poder volver a pensar, planificar y proponer un futuro. No vamos a ganar una elección solamente porque ellos fracasen. Desalojen esa idea de sus cabezas. 

Tenemos numerosas experiencias de gestión exitosas para mostrar, tenemos cuadros preparados y una doctrina para aplicar a los problemas y el lenguaje del presente. El pueblo no nos va a volver a acompañar si no somos claros y autocríticos con lo que pasó con el gobierno de Alberto Fernández. Mirar para otro lado no lo va a resolver. Tenemos que tener una postura pública y abierta de por qué fracasamos y por qué no va a volver a suceder. 

Tenemos que contar cuál es el futuro, tenemos que contar cómo vamos a hacer para que no vuelva la inflación y para que la calle se pueda transitar, que son problemas que al argentino de a pie le interesan y están conformes con los resultados obtenidos en el presente. Tenemos que contar qué vamos a hacer con la geopolítica y cómo vamos a cuidar nuestros recursos naturales, pero no solo para contemplarlos, sino para explotarlos responsablemente. Para el bien de la Nación. No basta con decir que hay que reactivar la inversión, el consumo, la producción y el trabajo: tenemos que decir cómo lo vamos a hacer. Tenemos que decir qué vamos a hacer con esa deuda perversa e impagable que dejan Macri, Milei y Caputo. Pero para poder discutir estas cosas hay que dejar de discutir de la carita que puso Máximo en el escenario o de la publicación de Instagram de Mayra, o que los diputados provinciales de La Cámpora bloquean el presupuesto del gobernador. Hay que dejar de hablar de los que decidieron hacer la campaña nacional enamorados de los streaming de moda. 

Hay que resolver esa situación para poder discutir la patria. Y es realmente una pena, porque existen compañeros y compañeras valiosísimos en esa organización, que aman a la patria y quedan atrapados por los egos personales de 5 ñatos que se juegan la propia.

A los más pesimistas les digo que estamos a tiempo. La elección nos deja en carrera para 2027 y el apoyo que consiguieron es apenas un voto de confianza para decirles: sigan, les quedan dos años. Pero es efímero y se van a fumar en pipa ese capital político. 

Tenemos la responsabilidad política e histórica de que, para ese momento, no seamos una murga y seamos capaces de mostrar un futuro sólido, con una fuerza política cohesionada y volvamos al Poder. No solamente para revertir lo que hizo Milei, sino fundamentalmente para mostrar que no somos lo que fue el gobierno del Frente de Todos. Que somos otra cosa. 

Ojalá estemos a la altura de la historia. El pueblo nos lo va a demandar.