Mientras luchamos contra el Gobierno de saqueo de Milei, existe un debate que es necesario saldar para poder continuar con la construcción del proyecto de futuro que le vamos a ofrecer a la sociedad: me refiero a la situación de Cristina.

Existe una posición cínica en contra de quienes tenemos diferencias sobre las ideas tácticas y estratégicas que Cristina viene proponiendo en los últimos años. Impulsada tácitamente por Máximo Kirchner y ciertos referentes de La Cámpora, se da la idea de que a algunos compañeros no les interesa la libertad de Cristina. Ese pensamiento decanta en una nueva falta de comprensión histórica de estos referentes. Porque no tengo dudas de que la encarcelación de Cristina es un hecho político, más no judicial. Y es por eso que la liberación de Cristina demanda de un proceso social. De una masa crítica, de re-discutir el relato que se construyó alrededor de esa detención. Cuando eso suceda, la cuestión judicial se resuelve, porque la justicia se acomoda a los tiempos políticos y a los procesos sociales.

Lo que la historia nos presenta, es que todos los referentes de la estatura de Cristina enfrentan diferentes persecuciones por parte del poder. El enemigo juega con las cartas que tiene a mano, y a través del tiempo encontró múltiples formas de disciplinar al Poder Popular. En los años 70 mataron a miles de referentes. A Perón lo llevaron al exilio y la proscripción duró 18 años. Fidel Castro sufrió un centenar de intentos de homicidio. Ni hablar de lo que pasó con diferentes líderes Árabes, masacrados a plena luz del día, en vivo por TV. También, más cerca, tenemos el caso de Lula, de Evo, o más cerca aún, de compañeros militantes fundamentales de la década ganada, a quienes les soltaron la mano, como a Julio de Vido o más cerca, Guillermo Moreno.

El enemigo juega con las cartas que tiene a mano, y a través del tiempo encontró múltiples formas de disciplinar al Poder Popular.

Lo cierto es que la liberación de Cristina es un proceso social. El Poder, en todas sus formas, nos tomó la mano de que no se iba a armar ningún quilombo si se metían con Cristina. Por eso se metieron con ella de las más crueles formas. Porque no logramos un 17 de octubre en torno a su liberación. Tampoco cuando quisieron matarla. Es por eso que la condición necesaria para rever la liberación de Cristina es volver a ganar elecciones, habiendo convencido de una idea de futuro. Sobre esa base volver a transformar las condiciones materiales de nuestro pueblo. Y sobre esa legitimidad volver a discutir lo sucedido en la década ganada y las luchas que Cristina encarnó, por qué se dieron, cómo se dieron, y por qué su encarcelamiento implica un disciplinamiento para la clase política que intenta representar los intereses populares y enfrentar a los poderes fácticos.

La liberación de Cristina es un proceso social. Y la compañera, como todos los grandes referentes, comprende de las bonanzas y los riesgos a los que se someten cuando se enfrenta al Poder. Como el Che, como Allende, como Chávez, como Lula, como Evo y como nuestra querida Evita, que la intentaron denigrar toda su vida, incluso luego de su muerte. Debemos ser capaces de volver a discutir lo sucedido, de generar una movilización social que ejerza la presión necesaria sobre los poderes fácticos. Y no solo por Cristina, sino por la historia. Porque la década ganada debe ser recordada como lo que fue: el proceso de transformación más importante desde 1945. La pelea es con la historia y por la historia. Luchando en el presente por un futuro con justicia social. Debemos volver a convencer de que la justicia social es la primera de las justicias. Es la justicia sagrada. Es la pasión más primitiva del ser humano de tender una mano a aquel que la necesita.

Debemos ser capaces de volver a discutir lo sucedido, de generar una movilización social que ejerza la presión necesaria sobre los poderes fácticos.

Mientras tanto, sin culpa, sin perder tiempo escuchando a los giles que se conforman con argumentos vacíos y con indignación ahistórica, seguiremos disintiendo cuando lo creamos, y seguiremos construyendo el camino que consideramos adecuado para este objetivo, y para el más importante de un militante popular: la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación. Y hoy creemos que ese camino, que esa utopía, la encabeza el gobernador. Aunque se gasten por limarlo. La historia marcha en ese camino. Y a Axel también, comienza a correrle el reloj de arena: hay que empezar a elaborar qué cuestiones concretas le vamos a proponer a nuestro pueblo. Y cómo las vamos a hacer. 

Será victoria y será Cristina libre.