Brenda, Lara y Morena. 15 y 20 años.

Es difícil escribir cuando sí, se nos juegan cosas, cuando sí se está implicada. Es difícil porque pareciera que ninguna palabra alcanza, que no hay explicación, punto, ni coma, que haga justicia al sentir. No se puede encerrar ni en una palabra, ni en una oración, ni en un texto, todo lo que quisiéramos decir. Lo único que se puede hacer es tratar de entender y tratar de explicar, y tratar de luchar. Aún, cuando ya no quedan ganas ni fuerzas. Porque, como dijo Simone de Beauvoir, “bastará una crisis política, económica o religiosa para poner en cuestión los derechos de las mujeres”. Y así se siente. Nada es definitivo. La lucha es constante y eterna. Tenemos el cuerpo cansado y marcado.

Este triple femicidio sucede en un contexto particular donde desde el Poder Ejecutivo se inocula constantemente un discurso de odio y aniquilamiento del otre que habilita prácticas violentas, agresivas y discriminatorias en general, y pone en cuestión constantemente la violencia de género, en particular. Lo hace, por ejemplo, cuando decide desfinanciar ciertos programas de acompañamiento a las mujeres en casos de violencia.

Por otro lado, no se puede dejar de pensar este triple femicidio desde una perspectiva intersectorial: Pibas, mujeres, adolescentes, niñas, vulnerables, madres, desocupadas… no se saben exactamente los pormenores de la situación, importan? Son tres pibas desamparadas, eran. No podemos dejar de pensar e imaginar los momentos previos, su sufrimiento, su padecer, su desesperación… y sí, lo vivimos como en carne propia. Porque si el miedo se apodera de nosotras, cuando tenemos que caminar dos cuadras de noche, imaginemos… 

Hace días venimos denunciando una publicidad en la que se mete a una mujer en una bolsa de residuos para hacerla desaparecer, hace días venimos denunciando que no es progre darle voz a un tipo que hizo apología de la violación y del abuso sexual a las infancias/adolescencias (y lo sigue haciendo), y otros tipos le dan cámara para que diga y desdiga lo que quiera en un pacto machista que da asco. Pero al denunciarlo, parece que nos pasamos tres pueblos. Tengan piedad con el pobre hombre y su familia. ¿Piedad? 

Es claro: se prepara el terreno de forma simbólica, empiezan a circular discursos que habilitan ciertas prácticas. El poder hegemónico maneja los medios de comunicación y, sutilmente, forma sentido. Ana María Fernández habla de la lógica del semejante en relación con la dimensión ética. Esto remite a un modo de lazo social donde los sujetos se relacionan con un otre que no es idéntico, con quien se identifican y con quien se pueden construir prácticas colectivas. La ética se juega en cómo nos vinculamos con ese semejante: desde la construcción o desde la dominación. No hay neutralidad en cómo se producen vínculos, discursos e instituciones. La dimensión ética en la lógica del semejante implica no pensar al otre como OBJETO. 

Objeto que se utiliza y se descarta. Objeto que no ama, que no desea, que solo existe para estar a merced del deseo del otro. Del hombre. Que la usa, la mete en una bolsa negra, y la desecha. 

SANGRAMOS TODAS. PERO DEBERÍAMOS SANGRAR TODAS, TODOS, TODES.      

NO CONTARÁN CON LA COMPLICIDAD DE NUESTRO SILENCIO NUNCA MÁS.

JUSTICIA.