“La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”
Antonio Gramcsi.
Dentro de las múltiples crisis que vivimos en la actualidad, hay algo que debemos rescatar: el regreso al debate público de la discusión sobre los fundamentos filosóficos de la sociedad en la que vivimos —y en la que queremos vivir—. En estos días Milei citó —mal— a Gramsci, y abrió el debate. ¡Hablemos de Gramsci!
La frase del encabezado, probablemente la cita más famosa de Antonio Gramsci, popularmente se fue deformando y se suele decir que: “cuando el viejo mundo muere, el nuevo mundo tarda en nacer, en ese claroscuro, surgen los monstruos”. El autor se refería al proceso de entreguerras. Luego de la Primera Guerra Mundial, sumado a la crisis del año 29, el capitalismo que se había construido desde la Revolución Industrial del Siglo XIX, comenzó a ver resquebrajar los consensos que había construido y sobre los cuales basaba su “hegemonía” —este concepto será central—. Es en ese contexto, en ese interregno, en ese claroscuro, donde surgen los fascismos —los monstruos—.
Para Gramsci, los fascismos, esos monstruos que surgieron a la salida de la Primera Guerra Mundial y de la crisis del 29, tienen que ver con un momento de crisis de hegemonía. El Marxismo clásico planteaba que, en las sociedades capitalistas surgidas de la Revolución Industrial, existían dos clases antagónicas y una era oprimida por la otra. Este es un salvaje reduccionismo de la teoría marxista.
Gramsci va a complejizar ese diagnóstico. El autor italiano, que estuvo 11 años preso bajo la dictadura de Benito Mussolini, va a plantear que ningún sistema social puede sostenerse solo bajo la opresión. Es cierto que existe un aparato represivo que las clases dominantes tienen como último garante de su propiedad —y sus privilegios—. Pero no existe una sociedad que pueda sostenerse, solamente, sobre la base de la coacción. Es por eso que las clases dominantes forman un bloque de poder, un “bloque histórico”, en palabras del autor. A saber: un conjunto de fuerzas sociales que se vinculan a través de relaciones. El bloque histórico, muy importante, es un conjunto de relaciones, que en un momento y lugar determinado constituyen una alianza de Poder entre sectores políticos, jurídicos, económicos y —agreguemos— mediáticos-. Dicho bloque construye hegemonía, a través de las herramientas que cada integrante del bloque aporta. En suma, constituyen consensos que tienen como objetivo la reproducción de la superioridad material de las clases que forman parte de dicho bloque. Ya no sobre la base de la opresión, a secas, sino sobre la construcción de consensos, acuerdos y “sentidos comunes” que se internalizan en una parte importante de la sociedad y los toma como propios. Se hacen cultura. Esos consensos, esa hegemonía, es la garantía de la convivencia social que garantiza el clima necesario para la reproducción de un sistema económico dado.
Cuando dichos consensos comienzan a perder fuerza es que nos encontramos ante una crisis de hegemonía. En general, esta ruptura coincide con momentos en que la base material del sistema no contiene a la mayoría. Los fundamentos materiales de la sociedad comienzan a ser cuestionados. Es entonces, como ahora podemos ver, que la “hegemonía” es en realidad una máscara, una cáscara de paz, que esconde una determinada forma de reproducción del sistema económico, donde los principales beneficiados son los grupos que componen el “bloque histórico”.
Los estudios de Gramsci sobre la naturaleza del sistema capitalista son fundamentales, ya que establecen una hoja de ruta a la hora de la lucha. Desde el marxismo clásico, y su análisis, la lucha debía darse estrictamente en el plano económico —estructura—, a través de la organización de comités de fábrica, la actividad sindical y la lucha directa. Para Gramsci, hay algo para hacer en el plano del arte, de la cultura, de la prensa libre, del sistema jurídico y de la política —superestructura—.
LA BATALLA CULTURAL
En este entramado ideológico tiene lugar el concepto de batalla cultural, impensado para el marxismo clásico, pero fundamental para los autores de la hegemonía. Y aquí el camino se bifurca. En primera instancia, siguiendo la lógica de la autocrítica que cruza estas editoriales, la batalla cultural no es cualquier cosa y cualquier cosa que se haga, no es una batalla cultural. El hippismo, las fórmulas enlatadas, las frases fáciles y los latiguillos, eso no. La batalla cultural son las formulaciones periodísticas, artísticas, académicas y conceptuales que vienen a cuestionar y erosionar las bases conceptuales de un sistema de ideas en un momento y lugar determinado. No es para perezosos. Durante la década ganada se intentó, a veces cayendo en los errores enunciados previamente, a veces con éxito, aunque finalmente con una derrota. En parte porque la batalla cultural, debe darse desde la superestructura, pero su fundamento debe ir sobre las bases materiales que sustentan el sistema y no solo sobre el maquillaje.
El segundo camino para indagar es sobre los dichos del presidente, a través de su mecanismo de comunicación por excelencia: la plataforma X. Lo planteado expresa una mezcla de desconocimiento y manipulación. No solo por, como citó Cristina, confundir a Gramsci con Althusser, sino por la idea de que hay una hegemonía construida por un bloque de Poder para sostener en la Argentina… el socialismo (!!). ¡Qué socialismo tan raro ha construido la Argentina dominada por grandes monopolios como Techint, el Grupo Clarín, el Grupo SOCMA, el grupo América y la casta judicial!
En la Argentina objetiva y materialmente, lo que impera es un capitalismo salvaje y voraz, un capitalismo que fracasó, una hegemonía que se resquebrajó al calor de excluir a las mayorías y llevar a la miseria a la mitad de los argentinos. Una realidad que las fuerzas de lo que llamamos el campo nacional y popular no logró interpelar ni representar en la última década y que hoy Milei, construyendo un nuevo bloque histórico, busca profundizar.
Existe un consenso de los dos bloques sobre la caída de un sistema que no supo satisfacer las necesidades materiales de la mayoría, pero ese sistema, a diferencia de lo que plantea Milei, no fracasó por falta de capitalismo, sino por un exceso de capitalismo y de concentración. También por los errores y la falta de profundización —y eficiencia— a la hora de regularlo.
Esa es la batalla en el plano de las ideas. Y en eso estamos.
1 Comment
De los gobiernos de facto al gobierno de facciones - Nuevas Canciones
1 año ago[…] Es que, siempre volviendo a Gramsci, cuando el viejo mundo no termina de morir, y lo nuevo no termin…. La sociedad de la modernidad, la del desarrollo industrial, la de los derechos e instituciones universales, la del capitalismo enfocado a la producción, murió, lamentablemente. El nuevo mundo, mucho más dinámico, mucho más inestable, mucho más individual, mucho más líquido, dijo alguno, se impuso. En ese nuevo mundo naciente, es donde la pedagogía de la crueldad se impone. […]