Daniel Scioli resulta hoy el máximo exponente del modelo de la casta. Previamente, hicimos algunas consideraciones en torno a tal concepto. A saber: que la casta, de hecho, existe. Que Milei y su entorno representan lo peor de la casta -aunque todavía algunos no puedan, ni quieran verlo- .
Decíamos en esas salidas anteriores que la casta política es un grupo de personas que hacen de la política, ya no una herramienta de transformación de la realidad, sino una especie de planta permanente donde se rotan por cargos ejecutivos o legislativos dependiendo los vientos políticos. No nos referimos a aquellos que por buenas gestiones ganan elecciones sistemáticamente, sino a aquellos que tienen la habilidad de la “rosca” para meterse en medio de listas, en lugares que casi nadie mira, en la conducción de organismos, y otros lugares no expuestos directamente a la voluntad popular. Personas, además, que viven muy diferente a como vive la mayoría del pueblo al cual representan o dicen representar.
Muchos y muchas, desde adentro, lo veníamos discutiendo. La burocratización del campo nacional y popular sólo podía terminar de la manera en que lo hizo. Hagamos un breve repaso de las últimas elecciones y luego volvamos al “pichichi”. Insaurralde fue “MI” candidato en 2013, Daniel Scioli en 2015, Alberto Fernández en 2019 y Sergio Massa en 2023. Así de laxo se volvió el campo nacional y popular en los últimos 10 años. Cada una de esas veces con el discurso de que “era la posibilidad para ganar”. Aceptamos, digo hoy pero muchos y muchas también lo dijimos en cada momento, demasiado mansamente. En todos los casos fue perder el partido antes empezar a jugarlo, y agrego: largas y desgastantes campañas “militadas” con el esfuerzo de miles y miles de compañeros y compañeras que pusieron y ponen su tiempo, su cuerpo y su esfuerzo al servicio de un proyecto de país, de una idea de nación, sin condiciones.
Scioli a lo largo de su vida fue: funcionario de Menem, vicepresidente de Néstor, candidato a presidente de Cristina, funcionario de Alberto y , ahora, funcionario de Milei. Más casta no se consigue, dirían hoy los pibes. ¿Es culpa de Scioli?
Scioli está en todo su derecho de ser un mercenario, la cuestión es que haya alguien dispuesto a pagar por sus servicios dentro de nuestros espacios. Son esos políticos, como decía el gran Jhon William Cooke: “…del régimen, que pasan a la retaguardia a la hora de pelear y a la vanguardia a la hora de repartir cargos” (cito de memoria). Ésta etapa debe servir, también, para no permitir que nunca más se le “pague” a éste tipo de personajes que son capaces de pasar de trinchera sin inmutarse.
La “cuestión Scioli” es un tema central para la composición de las nuevas canciones. Desde éstas líneas venimos desarrollando un análisis de la realidad que se basa sobre éstos argumentos:
1- Que para que Milei haya sido presidente tuvimos que hacer muy mal las cosas.
2- Que esta etapa debe estar precedida por una gran autocrítica. Una profunda autocrítica.
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3- Que el gobierno de Milei, plagado de castas, está condenado a fracasar.
4- Que dentro de sus votantes habrá un tiempo de negación.
5- Que la negación terminará cuando la realidad material de las mayorías sea tan dramática que los argumentos monetaristas, libertarios, fascistas y místicos de Milei no tengan más lugar en ninguna conciencia.
6- Que cuando eso suceda el pueblo no buscará el recambio entre quienes identifica como parte de una etapa fallida.
7- Que para ese momento debemos haber renovado nuestros liderazgos y desburocratizar nuestras estructuras
8- Que para ese entonces, ya debemos estar componiendo las nuevas canciones. Sobre la base de los recuerdos más felices del pueblo argentino, es decir: el período 2003-2015, pero no una que sepamos todos. Una nueva. Con lo mejor de lo pasado pero con una propuesta de futuro.
En esas nuevas canciones los personajes como Scioli no deben tener lugar. La nueva dirigencia no los debe promocionar, y si así sucediera, las bases no debemos permitirlo. Lo diga quien lo diga. La sumisión absoluta, los discursos fáciles, la falta de discusión política, el riesgo de ser acusado de “traidor” a cualquier compañero o compañera que plantea una diferencia son parte de lo que no puede aparecer en las nuevas canciones. Reconstruir el espacio de la militancia, y no el espacio de los empleados públicos que se acercan para cumplir, es parte fundamental del futuro que hay que construir.
La dirigencia burocratizada hizo lo posible durante los últimos años para que las bases populares no accedan a nociones propias sobre la realidad social, su interpretación, las formas de intervención en la misma y las estrategias de superación. Digámoslo de una vez. La militancia Kirchnerista se quedó atrapada en el 2015, sin ver que el cambio de escenario político implicaba nuevas formas de organización. Esto es: mientras el campo nacional y popular gobernó, en un esquema con capacidad para transformar la realidad, fue muy importante y necesario tener una militancia organizada, orgánica y ordenada en función de las peleas con los diferentes factores de poder, en beneficio de las mayorías populares. Luego de la caída de 2015, la realidad necesitaba una democratización de los espacios, una discusión total del dispositivo. No sucedió.
El traspaso del pichichi, es el final de una película que muchos veníamos viendo. Es el corolario de una historia que estamos obligados a trabajar para que no se repita. La existencia y permanencia de los Daniel Scioli es culpa de todos aquellos que lo permitimos. Esa es la autocrítica. Resulta muy saludable que salga a la luz la falta de compromiso con la historia de algunos, pero que no vuelvan nunca más.
No hay lugar para ellos en las nuevas melodías que estamos componiendo. Melodías que empiezan a escucharse en multisectoriales y en #Avellanedazos.
Decía Cooke: “..La teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística manejan solo unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas. No llega como un conjunto de mandamientos dictados desde las alturas, sino como un proceso de su propia conciencia hacia la comprensión del mundo que han de transformar”