Otro 3J en las calles, pero muy distinto a todos los anteriores.
Como colectivo mundial es indiscutible que la visualización y los logros de las luchas feministas por un mundo más justo han ido avanzando notoriamente en las últimas décadas. Pero en el suelo argentino, este 3J nos encuentra en peligro y sangrando más que nunca. Nuestra Patria en general, pero más aún nuestra Patria Feminista en particular, duele mucho. No sólo por la pérdida de un Ministerio sino fundamentalmente por la pérdida de derechos. Impedir el lenguaje inclusivo y cuestionar la educación sexual integral son sólo algunos significativos ejemplos.
Los discursos de odio ya no son voces suaves de pequeñas minorías, sino que rugen con fuerza en la garganta de un león que gobierna y se replica sin vergüenza incluso en la voz de gacelas, jabalíes y casi cualquier otro tipo de animal (que paradójicamente próximamente serán también su presa) y que en nombre de la libertad pretenden la extinción de todo lo que consideran inferior o diferente.
No son tiempos fáciles, el lesbicidio de Barracas y el silencio cómplice del poder hegemónico, representan tal vez lo más triste, complejo y doloroso del momento que estamos atravesando.
Por eso, ante la adversidad del presente, el desafío es una vez más aportar a la unión sólida y al debate constante para lograr, de una vez y para siempre, la construcción de un mundo más justo, más equitativo y más igualitario.
Este 3 de junio es distinto, pero algo se repite, estaremos en la calle, como el 8M, por encima de cualquier “protocolo”, porque duele la Patria y sangran más que nunca las heridas feministas que no habían siquiera llegado a cicatrizar. La resistencia ya no es una opción, sino una obligación, por las que sufren, por las que no están y fundamentalmente por las que vendrán.