Pasaron las elecciones de CABA, pero también otras elecciones provinciales, y se aventuran muchos análisis. Desde acá siempre elegimos profundizar e ir con nuestra verdad relativa, ya hay muchos comunicadores que les van a decir lo que quieren escuchar para llevarles tranquilidad: no es nuestro estilo. “Que nuestra gente no fue a votar”, “que hubo poca participación”, “que ganamos más comunas que antes”… Preferimos intentar ir al núcleo de las causas, para poder poner en marcha la mejor estrategia política. A quienes le conformen esas causas simplistas, deténganse acá. Para el resto, va nuestro análisis.

Vayamos con algunas afirmaciones que podemos tomar como ciertas:

  • No hay un hartazgo generalizado contra el gobierno de Milei
  • En CABA se sacaron los mismos votos (más, menos) de lo que se suele sacar
  • El que está harto, va a votar. Y si no va, es porque lo que hay no lo representa
  • El votante de la derecha, elige siempre por la alternativa más extrema

La primera afirmación es la que más debemos atender. Algunos decían que Milei duraba dos meses, otros dijeron que no llegaba a Semana Santa. Expresiones para la tribuna, que en la política argentina se tiran sin costo alguno. Lo que uno no puede es enojarse con la realidad, ni negarla. No se vive, electoralmente, ni tampoco en las calles, un clima de fin de ciclo. Por tanto, la estrategia debe ser más profunda, y apuntar a confrontar frontalmente las ideas de Milei, y también las consecuencias de sus políticas en el mediano plazo.

Es evidente que lo que nos indigna a quienes estamos inmersos en la discusión política (a saber: el desguace del Estado, la violencia desde el gobierno, los golpes a los jubilados, la denigración de las políticas de derechos humanos, y mil etcéteras) no indigna a la mayoría del pueblo. Aquí debemos saber que, la gran mayoría de la población no está interesada en profundizar sobre los grandes debates de la política, sino que mira su metro cuadrado. 

Es por eso, que dentro de ese metro cuadro, tienen alta influencia tres factores: la desaceleración de la inflación, el tipo de cambio anclado y el fin de los cortes de calles. En los sectores populares, que también los votan, tiene gran influencia el haber cortado la intermediación de los programas sociales, ya que todos sabemos, y ya lo hemos dicho acá: muchos beneficiarios quedaban de rehenes de intermediarios que manejaban el presentismo y en última instancia, el cobro. Este esquema fue principalmente motorizado por Macri y profundizado por el ministerio de Desarrollo Social de Alberto Fernádez.

Quien no pueda ver esto, se seguirá sorprendiendo o buscando rebuscadas interpretaciones de los datos que le permitan irse a dormir con algo de esperanza. Es por eso que, creemos, el debate debe ir más profundo. Es más difícil, es más largo, pero es la única salida posible. Acá van algunas recomendaciones dialécticas: 

  • Las consecuencias del salvaje endeudamiento no se van a ver hoy, se van a ver cuando haya que pagar, cuando se revierta el flujo de capitales, de eso hay que hablar mucho. Cuando la deuda llega, genera paz, aquí estamos hoy, por más que hablemos del FMI, del consenso de Washington o de Plan Brady. “La gente” está tranquila porque se planchó el dólar.
  • La descomposición del entramado productivo implica pérdidas de miles de puestos de trabajo, el trabajo de las plataformas tipo Rappi o Uber es precarizado, pero es la rama que hoy está absorbiendo a los caídos del programa de Milei. Estos no se sienten desocupados o precarizados, se autoperciben sus propios jefes.
  • El programa de Milei es construir un país para un tercio de la población, con estabilidad, pero para pocos. Un país centroamericano, o del estilo Perú o Paraguay. Sería recomendable poder invertir tiempo y creatividad en mostrar cómo se vive en esos países
  • Dejar de vivir de la fantasía de que el pueblo argentino vivía excelente hasta la llegada de Milei, porque la gente no nos cree, porque no es verdad. Lo que tenemos que decir es que este gobierno solo empeorará lo heredado. Incluso dejar de romantizar nuestros años más felices, los años de Néstor y de Cristina, porque ya hay muchos pibes y pibas que no lo vivieron ni les interesa que se lo contemos. A esos pibes hay que decirles cómo seguimos. 
  • La estabilidad garpa, es nacional y es popular. A los economistas terraplanistas que nos representaron el último tiempo, por favor, repito, la estabilidad garpa y es popular.
  • Hoy vivimos algo muy similar al primer Menemismo, hay que hablar de eso y cómo termina siempre.
  • Los sectores populares, los más postergados, viven mal desde hace muchos años, y no se logró revertir esa situación. Nos referimos a esos sectores estructuralmente postergados. Si les decimos que antes estaban bien y ahora mal, probablemente no nos crean. 
  • Una visión federal: los tarifazos solo tienen impacto en el AMBA, en el interior se pagan tarifas altas tanto de luz y gas como de transporte desde hace muchos años.

Cuando me sumé a militar, me convocó el poder pelear frontalmente contra el Poder Real de la Argentina: contra Clarín, contra la oligarquía parasitaria de la Pampa Húmeda y contra el gran capital.

No garpa convocar a los pibes a militar al menos malo de los nuestros, o al que tiene alguna chance, o al que Cristina dice. Eso lo pueden cerrar en una mesa de rosca, pero convocar, enamorar, ilusionar, es otra cosa. No vamos a convocar demasiado si llamamos a los pibes para trabajar en Anses, en Pami o de asesor de algún legislador.

Como dijimos más arriba, el votante antiperonista vota al más antiperonista, al más violento y radical de los suyos, es por eso que debemos abstenernos de ensayar propuestas lavadas, blancas, porteñas y extremadamente coucheadas que busquen captar ese voto. Aceptémoslo: no nos quieren ni nos van a querer. Muchos por cuestiones financieras y, seguramente, otros por cuestiones culturales, incluso desclasados. 

Hay que volver a dar la batalla cultural, esa palabra tan nuestra que perdimos de tanto deformarla, volver a discutir política en la cola del supermercado, en la panadería, en la plaza, en los lugares de trabajo y en las universidades. Con “la gente”, con los que no hacen política, no entre nosotros para ver quién pone al candidato. Si seguimos en esa, seguiremos fracasando, perdiendo elecciones y lo más importante: nuestra gente seguirá perdiendo derechos. Construirán el país para pocos por el que trabajan hace más de 200 años.

Para los compañeros y las compañeras, la certeza de que mientras uno de los nuestros siga de pie con las banderas en alto, no nos habrán vencido. Tenemos la certeza de contar con la verdad histórica, con un pasado maravilloso que mostrar, pero tenemos que tener la capacidad de construir un futuro para enamorar, saber transmitirlo, comunicarlo y estar dispuestos a continuar en esta larga batalla por la liberación definitiva de nuestra Patria.