En los primeros 3 meses de su mandato, producto de una devaluación salvaje y sin compensaciones, ustedes han reducido el salario real de los trabajadores a la mitad. Con el agravante de que ese ajuste se monta sobre un salario que venía siendo golpeado los últimos 8 años. Pero no solo eso, su devaluación, seguida de un feroz y desalmado ajuste fiscal, trajo consigo una recesión de la que no se tiene precedentes. La desaceleración de la inflación de los últimos meses, solo refleja la paz de los cementerios. Una desaceleración que se explica por el parate total de la economía. Un parate que solo puede entenderse como el resultado natural de su política económica. 

Ustedes también son los culpables de que 1 de cada 3 argentinos hayan tenido que reducir sus gastos en medicamentos. Argentinos y argentinas que eligen entre comer y medicarse. Pero no solo eso, también se registra el consumo de carne más bajo en los últimos 30 años. Es decir que los argentinos no solo resignan medicamentos por comida, sino que incluso con esa privación no logran consumir una dieta equilibrada. 

En paralelo, aumenta la cantidad de carne exportada. Hay países ricos que consumen la carne que los argentinos no podemos pagar, generando una ganancia extraordinaria en un pequeñísimo sector de nuestra sociedad.

Ese dato refleja el país que ustedes quieren consumar, un país para pocos. Esos que se benefician de la desaceleración de la inflación, pero que surfean sin problemas los coletazos de la recesión que la produce. Esto mientras que a los argentinos se les exige más y más esfuerzos. La otra cara de este plan perverso que exige sacrificios a la mayoría mientras beneficia a una pequeña casta empresarial es esa criminal estabilidad cambiaria y financiera. 

Nos referimos a estabilidad criminal porque se basa sobre un blanqueo de capitales que introdujo al sistema más de 20.000 millones de dólares de dudosa procedencia, con infinitos privilegios y sin ningún tipo de penalidades. Una injusticia flagrante ante aquellos que se autoperciben argentinos de bien, muchos de ellos votantes suyos, que pagan rigurosamente sus impuestos y que hoy ven como un grupo de privilegiados, sus amigos de la casta empresaria, negreadores y fugadores seriales se benefician de los burócratas arrogantes que asignan privilegios. Esos burócratas arrogantes, citando a Hayek, son ustedes.

El atraso cambiario, la apreciación ficticia de nuestra moneda que descansa sobre un flujo transitorio y la apertura comercial indiscriminada, atenta contra el desarrollo de la industria y el trabajo nacional. Hace falta mirar la historia cercana de nuestro país para entender que este modelo deja afuera a grandes mayorías, está sucediendo y se profundizará.

La paz social, que lograron conseguir a fuerza de palos y represión, se explica también por la incapacidad y la complicidad de aquellos que durante 20 años organizaron cortes de calles en la Argentina. Nos referimos a aquellos que durante 20 años monopolizaron el manejo de los recursos que todos los argentinos asignamos a la contención social. La actual situación refleja que, lamentablemente, durante todos esos años no se ocuparon por construir organización y conciencia con los recursos que todos los argentinos les otorgamos para gestionar, sino más bien a utilizarlos para extorsionar compañeros, aparatear marchas y presionar políticamente. Esa historia queda saldada al ver que los dirigentes que conducen dichos espacios no acusan recibo de su rol histórico. Dirigentes que gozan con el privilegio de pasar a la vanguardia a la hora de repartir recursos y a la retaguardia a la hora de la lucha.

Ustedes mintieron en la campaña, engañaron al pueblo argentino. Se montaron sobre la frustración generada por los dos gobiernos anteriores para vender espejitos de colores. El ajuste que iba a recaer sobre la casta cayó sobre los jubilados.

Parece que ustedes, los falsos liberales, tienen una obsesión por hacer recaer el peso del ajuste sobre los jubilados. No lo hicieron sobre la política, no fue sobre los dirigentes corruptos que abusan de sus posiciones de poder. Descargaron el peso del ajuste sobre jubilados; sobre trabajadores informales, que no se pueden cubrir sobre los costos de sus políticas; sobre universidades; sobre personas con discapacidad y sobre comedores populares. Todo esto mientras la casta política, judicial y empresarial vive sus días más felices.

Ustedes trabajan y se fortalecen sobre un odio que se ve en palabras del presidente de la Nación, señalando e insultando artistas, periodistas, intelectuales, docentes y todo aquel que levante una voz de disidencia. Ejércitos de trolls operan en las redes sociales, financiados con los impuestos de todos los argentinos, refugiados en el ala de ese penoso personaje que es el vocero del presidente, para el cual, la historia tiene guardado el peor de los lugares. Ejércitos de trolls que ustedes comandan, coordinan y que, repito, nosotros financiamos con nuestros impuestos. Que se encargan de amplificar y replicar el odio en redes sociales, insultando, amenazando y amedrentando a cualquiera que ose levantar la voz. Lo hacen desde una impostura de fortaleza emocional y física que se desvanece cuando se enfrentan a la realidad sin la mediación de las pantallas. 

Esa violencia que ejercen, alimentan y amplifican les volverá multiplicada cuando el devenir de sus políticas muestren a cara lavada sus inevitables consecuencias.  Ahí ya no bastará con los diarios comprados ni con los verdaderos periodistas ensobrados como Rossi, Majul, Viale, Antonio Laje, Trebuq y muchos otros que hacen del chupamedismo un arte. 

A un año del triunfo electoral de Milei, ese es nuestro diagnóstico. Con la firme convicción de que esos cantos, esas voces y melodías de resistencia y esperanza que se escuchan en el Conurbano Bonaerense y en el resto de la Provincia comienzan a ser cada vez más fuertes. Aturden. Ustedes lo saben, por eso el odio contra el pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Pero, lamento decirles, esta ola es imparable.