Hacia el Siglo XIX el capitalismo se había impuesto como modo de producción hegemónico. Todo el mundo producía bienes y servicios -sobre todo bienes- bajo la forma del capitalismo. Es decir, propiedad privada y clara división. Por un lado, los dueños de los medios de producción, y, por otro, los que vendían su trabajo por un salario. El trabajador había sido expropiado de la posesión de los lugares de trabajo y las herramientas que utilizaba para producir. En ese marco, surgieron en Europa diversas corrientes ideológicas que se oponían a los atropellos y a los excesos del capitalismo imperante. Todo sistema de dominación genera sus propias resistencias, y estas se masificaron en la Europa del Siglo XIX.
El marxismo como ideología y el comunismo, como materialización política, lograron altos niveles de adhesión en la clase trabajadora de la época, y construyeron una contrahegemonía en la resistencia de aquellos tiempos. Como se decía: “un fantasma recorría las calles de Europa, y ese fantasma era el fantasma del comunismo”. A mediados de Siglo, ¡y cuánta actualidad tiene!, surge una interna en el seno de la discusión de estos sectores.
Por un lado, estaban aquellos que, fieles a la tradición política del marxismo, planteaban la acción directa, la movilización, los sabotajes, las asambleas y los paros, como forma de arrancarle a los grupos de poder determinadas reivindicaciones. Pero no solo eso, buscaban por este medio transformar el sistema en su conjunto, denunciaban la existencia de una “casta”. Por el otro lado, surgió una vertiente “dialoguista”. Nos referimos a la socialdemocracia. Ellos planteaban que las discusiones debían darse a través de las instituciones que el sistema ofrece, particularmente en los parlamentos. Por eso comenzaron a tener una praxis “participacionista”. Es decir, empezaron a participar de los procesos electorales y los espacios institucionales, lo que para la primera facción era simplemente una trampa burguesa que escondía una falsa democracia.
En los últimos días, Máximo Kirchner viene planteando que el veto es una “facultad constitucional del señor presidente”, y que lo que hay que hacer es trabajar para las legislativas del año que viene, para “juntar las manos necesarias” para que este tipo de iniciativas no prosperen.
Es evidente que declaraciones tan terminantes, de una figura como la que representa Máximo, es, sin más, un llamado a la desmovilización. Una forma directa de atenuar el espíritu de lucha que hoy circula por las Universidades y por los barrios de nuestra patria. Asambleas, clases abiertas, cortes de calle y movilizaciones es lo que se respira en el estudiantado argentino. Nos referimos a sectores que, a través de la historia, comprendieron que todos los derechos conquistados, fueron con base en la movilización y en la organización popular.
Se encuentra implícito detrás del argumento de la necesidad de “juntar manos” que no traicionen, que esas manos serán las que él-ellos consideran. Ya empiezan una pelea, una vez más, por la lapicera. Todo esto mientras Milei agrede sin piedad y de todas las formas posibles al pueblo argentino. La institucionalidad es, en cierto caso, una trampa. Cristina, y los años, nos enseñaron que lo que tuerce la historia es la voluntad política y la movilización de mayorías. El Congreso termina siendo simplemente una herramienta, un vehículo. Si el Congreso hubiese sostenido el veto, Milei hubiera encontrado otra artimaña administrativa. El error empieza cuando la política se burocratiza e impera una visión institucionalista, sin tener en cuenta que lo que cambia el rumbo corre por otros carriles, y en tal caso, el congreso o las instituciones lo materializan.
Como venimos sosteniendo en estas líneas, la constante de ese espacio es el ataque permanente contra el gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Nos referimos a quien carga sobre sus espaldas los embates permanentes de Milei, el desfinanciamiento y la injusticia fiscal más grande de la Argentina, para una provincia que aporta -grosso modo- alrededor del 40 % producto industria y recibe solo el 20 %.
Estamos ante una campaña permanente, dirigida y coordinada, que tuvo en Mayra Mendoza su lado más bajo y vil, cuando aseguraba “cuidar al gobernador” mientras insinuaba todo lo contrario, jugando políticamente nada menos que con un asesinato, según ella, responsabilidad del Gobierno de la provincia de Buenos Aires. Más bajo no se consigue. Fue compartido en sus propias redes sociales.

Luego del acto de Berisso, donde Axel llamó a la unidad, lo que no es otra cosa que sostener la candidatura de Cristina -porque la única posibilidad de Quintela era si Axel lo apoyaba explícitamente- salieron en armonía Mayra, Recalde y otros dirigentes menores a acusar al Gobernador de “tibio”. La única certeza que da Recalde es la de perder, nuevamente, la Ciudad de Buenos Aires. Al igual que ocurre con la presencia del resucitado albertista Agustín Rossi, también garantía de perder, nuevamente, la ciudad de Santa Fe, donde no representa absolutamente a nadie.
Con respecto a Recalde, debería pensar mejores estrategias para llegar a los porteños en lugar de perder tiempo agrediendo al gobernador.
Volviendo a la socialdemocracia, la representación política y el momento que atravesamos, es importante hacer una reflexión. La representación y la conducción política son procesos mágicos. Es arte. No existe la posibilidad que plantean algunos soñadores de que cada decisión sea deliberada por todo el conjunto en asamblea. Ni Cristina ni ningún otro referente nos va a estar preguntando a todos qué pensamos antes de tomar una decisión o elegir a un candidato. Hablamos de personas que toman cientos de decisiones a diario. La magia ocurre cuando su decisión nos representa, porque es lo que hubiésemos hecho si dependiese de nuestra propia acción directa. La magia también ocurre cuando quienes toman decisiones eligen cosas que nadie espera, incluso que nadie desea conscientemente, pero que salen bien. En la Argentina de los últimos 10 años no está sucediendo nada de eso, por eso es natural que el pueblo comience a componer sus canciones.
Sostenemos que Nuevas Canciones vienen sonando desde los barrios. Cientos de frustrados que se vuelven a acercar atraídos por las melodías que escuchan y porque Axel les trasmite la esperanza que perdieron. El sueño de todos ellos, les aseguro, es que el dedo y el cuerpo de Cristina señalen a Axel. Que lo señale, pero no como un empleado o deudor político eterno, no como una jubilación -como intentan instalar algunos- sino como el elegido para continuar, sin condicionamientos, con el legado de Perón, de Eva Perón, de Néstor y de Cristina.
Con Axel y con Cristina tenemos un hermoso pasado al cual recurrir, un presente de lucha y un futuro de esperanza.