Hace algunos días se conocía la noticia de que el presidente Javier Milei instruyó al canciller Gerardo Werthein para retirar a la Argentina de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto fue anunciado por el vocero presidencial, quien mencionó que la decisión se sustenta en diferencias sanitarias, haciendo especial alusión a la pandemia. Culpando al encierro por las pérdidas económicas y argumentando la falta de independencia frente a la influencia política de algunos Estados. 

En nombre de la libertad, dicen no querer permitir que los organismos internacionales intervengan en la soberanía del país. Alegan que Argentina no recibe financiamiento de la OMS para la gestión sanitaria y que esta medida no representa pérdida, ni afecta la calidad de vida. Por el contrario, le da al país mayor flexibilidad adaptada al contexto de intereses que requiere la Argentina. Resulta extraño escuchar la palabra “intereses” cuando se está hablando de salud. O no

También resulta extraño que el vocero parafrasee al presidente diciendo que las decisiones en Argentina las toman los argentinos, cuando esta medida fue tomada dos semanas después de que el presidente Donald Trump anunciara que buscará retirar a Estados Unidos de la OMS. Más colonia, no se puede. 

A todo esto, Milei, reafirmó la decisión a través de su cuenta de X. En esta coyuntura habría que preguntarle si lo hizo en calidad de ciudadano, economista, presidente o lacayo. Quizás haya algún periodista ensobrado que pueda dar una respuesta. 

En este contexto,  el ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, afirmó hace pocos días que la cantidad de suicidios en la Provincia de Buenos Aires duplica la cantidad de asesinatos. A su vez, aseguró que se duplicaron los suicidios en el primer año de mandato de la Libertad Avanza. Destacó que estos episodios aumentaron en la población de adultos mayores. Si bien no se cuenta con datos oficiales a nivel país sobre el último año, los medios de comunicación eligen no comunicar que las personas se están quitando la vida y que en la provincia hay el doble de muertes por suicidio que por asesinato ¿Por qué hacen este recorte? ¿Por qué se trabaja para generar esta sensación de riesgo de vida por homicidio? ¿Por qué se hace especial hincapié en el homicidio en situación de robo y no en los femicidios? De vuelta los sobres. Evidentemente, hay un enemigo bien posicionado a quien apuntar todos los cañones en la Provincia de Buenos Aires. 

Milei reafirmó la decisión a través de su cuenta de X. En esta coyuntura habría que preguntarle si lo hizo en calidad de ciudadano, economista, presidente o lacayo. Quizás haya algún periodista ensobrado que pueda dar una respuesta. 

Volviendo al tema del suicidio. En el Boletín epidemiológico Nacional n.º 645, emitido en Argentina en mayo de 2023, informan que, según la OMS, más de 700.000 personas se suicidan cada año en el mundo (OMS 2021). Una de cada 100 muertes es por suicidio, encontrándose entre las principales causas de muerte y siendo, además, la cuarta causa principal en jóvenes de entre 15 y 29 años. En Argentina, durante el período 2010-2019 se produjeron 31.847 muertes por suicidios, según la información de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud del Ministerio de Salud de la Nación (DEIS). 

La OMS concibe a la Salud como un estado de bienestar biopsico-social, alejándose de otros momentos donde se definía solamente como ausencia de enfermedad. Se habla de un abordaje integral de la salud. En este sentido, La Ley Nacional de Salud Mental (N°26.657/2010) define a esta última como un proceso determinado por componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, e indica que para preservarla es necesaria una dinámica de construcción social vinculada a los derechos humanos y sociales de todas las personas.

Ya se había mencionado que Argentina es pionera en materia de Salud Mental y que La Ley Nacional N° 26.657 configuró un nuevo escenario, ya que intenta garantizar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas, y el goce de los derechos humanos de aquellos sujetos con padecimiento mental, que se encuentran en el territorio nacional. Esta ley convoca a la sociedad a repensar (se) retomando luchas históricas de los colectivos por la salud mental y los derechos humanos. Pero, para garantizar el derecho a la salud, es necesario  fortalecer el sistema, sus equipos, recursos y estrategias, generando una red con base comunitaria, universal, integral y de calidad. Por otro lado, es imperioso construir una subjetividad colectiva inclusiva y cada vez menos discriminatoria. 

La pregunta que surge es qué sucede con todo esto, cuando desde el Ejecutivo se intenta continuamente inocular violencia, romper con el lazo social, arremeter contra lo colectivo y generar un pueblo sin alegría donde lo único que es concebido como un valor ineludible es el capital. No se puede dejar de lado el contexto de ajuste y crisis económica donde, hasta el momento, los más vulnerables son los más afectados.  

El suicidio es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el acto deliberado de quitarse la vida. Su prevalencia y los métodos utilizados varían de acuerdo a los diferentes países. En Argentina, La Ley Nacional de Prevención del Suicidio Nº 27.130 fue sancionada el 11 de marzo de 2015 y promulgada el 6 de abril del mismo año. La autoridad de aplicación es el Ministerio de Salud de la Nación, quien debe elaborar protocolos de atención y emergencia; crear un registro con información estadística sobre suicidios cometidos e intentos; desarrollar programas de capacitación, campañas y recomendaciones para el abordaje responsable de las noticias vinculadas a estos actos. El objetivo de esta ley es la disminución de la incidencia y prevalencia del suicidio, a través de la prevención, asistencia y posvención -que son las acciones destinadas a trabajar con el entorno de la persona que se quitó la vida para evitar nuevos eventos-. En este sentido, en el Boletín epidemiológico Nacional (2023), se indica que para abordar esta problemática y contribuir a disminuirla, la estrategia principal es la prevención, entendida desde una perspectiva de cuidados integrales y colectivos, en especial, en los grupos etarios de adolescentes y personas mayores, que son los dos grupos con mayor vulnerabilidad frente a esta problemática.

La autoridad de aplicación es el Ministerio de Salud de la Nación, quien debe elaborar protocolos de atención y emergencia; crear un registro con información estadística sobre suicidios cometidos e intentos; desarrollar programas de capacitación, campañas y recomendaciones para el abordaje responsable de las noticias vinculadas a estos actos.

Es necesario comprender un poco más la problemática para tener una perspectiva clara sobre lo que se está hablando. Durkheim afirma que el suicidio es un caso de muerte que resulta, directa o indirectamente, de un acto realizado por la víctima misma, a sabiendas del resultado que se producirá. Se trata de un acto que no se debe a un acontecimiento particular, individual. En su obra “El Suicidio”, escrita en 1897, realiza una investigación que le permite afirmar que se está en presencia de un fenómeno de naturaleza eminentemente social, y busca las causas por las que es necesario intervenir, no solo sobre individuos aislados, sino sobre grupos. Si el suicidio se tratara de una cuestión psicopatológica, no sería más que una afectación individual. Todo suicida sería un loco, y la cuestión estaría resuelta. Deduce que la causa que hace variar la tendencia al suicidio es la progresiva acción dentro de la vida social, aunque, agrega, que es posible solo cuando la constitución individual no lo rehúsa. 

Durkheim (2009) se refiere a la imitación -define a la misma como un acto consecutivo de otro semejante, y donde no media la operación intelectual- manifestando que no es un factor del suicidio. Hace mención a la prohibición del relato de suicidios en medios de comunicación, y afirma que lo que puede contribuir al desarrollo de los mismos no es hablar de ellos, sino, la manera en la que se habla. Esto lleva a pensar que, si desde 1800 se sabe que es necesario hablar de suicidio para prevenirlo, el no hacerlo responde, seguramente, a intereses diversos . 

Al analizar las causas sociales del suicidio, el sociólogo concluye que los diferentes grupos, constituyen medios de preservación contra el mismo pero, preservan mejor, cuanto más poderosamente constituidos están, llevando a las personas a pensar menos en sí mismas y más en común. “El suicidio varía en razón inversa del grado de desintegración de los grupos sociales de que forma parte el individuo” (Durkheim, 2009. P. 203). Es la fuerza colectiva uno de los mejores obstáculos para contenerlo ya que el individuo acude a la energía colectiva para reconfortar la suya, cuando ésta se encuentra gastada. Es la existencia de un humor colectivo lo “que inclina a los pueblos a la tristeza o a la alegría, que les hace ver las cosas risueñas o tétricas” (Durkheim, 2009. P. 208). Sobre las crisis, tanto económicas-donde las necesidades básicas no se encuentran satisfechas- como personales, afirma que poseen una influencia agravante en la tendencia al suicidio.

¿Cómo se puede abordar el tema del suicidio desde una perspectiva comunitaria? El rol del Estado es de suma importancia. Debe garantizar el cumplimiento de la ley de salud mental, y la ley de suicidio. En contraposición, no olvidar, el reciente desmantelamiento del Hospital Laura Bonaparte, para citar un ejemplo.

Las investigaciones muestran que los programas aplicados con respecto al suicidio disminuyen el riesgo. Sin embargo, los números continúan en ascenso. Esto lleva a pensar que algo que podría hacerse, no se está haciendo. En este sentido es interesante remarcar el posicionamiento de Durkheim: si el suicidio se considera una cuestion individual, nada tiene que hacer el Estado. En cambio, al considerarlo un fenómeno eminentemente social, se transforma en un problema de salud pública en el que el estado debe intervenir. La ley es clave pero, está a las claras, que las indicaciones que se desprenden de la misma, no se ejecutan en la práctica.

«El rol del Estado es de suma importancia. Debe garantizar el cumplimiento de la ley de salud mental, y la ley de suicidio«

Parece entonces necesaria la creacion de protocolos de abordaje especificos, tanto para los casos de intento de suicidio, como asi también, para la posvención en casos de suicidios consumados. Por otro lado, es importante el diseño de programas de prevención para trabajar con los grupos, teniendo en cuenta que podría ser efectivo abordar el tema de forma directa e interdisciplinaria. El dispositivo grupal parece ser el más adecuado para trabajar sobre los vínculos que, teniendo en cuenta lo expuesto, pueden ser agravantes -en el caso que no se den de manera adecuada- como así también, atenuantes y continentes -si están conformados de manera correcta-. 

Resulta inevitable pensar en el rol fundamental de la intervención del Estado en esta cuestión. Un Estado que, claro está, no interviene cuando no le conviene. Porque ya se lo vio involucrado en cuestiones espurias, y muy ocupado en cuestiones simbólicas, la batalla cultural parece ser su campo predilecto, el blanco elegido. La memoria, lxs jubiladxs, las luchas sociales, la represión. En fin… Que cada quien saque sus propias conclusiones.